lunes, junio 22, 2009

47

Que onda chamacos...

Acá yo, dejando un poco la poesía para darle un ratito a la reflexión.

Sucede que este fin de semana estuvo intenso. Primero, el viernes, festejamos doble, porque el clón cumplió 10 años y yo cumplí la misma cantidad de años de experiencia como padre. Luego el sábado, a darle vuelo a mi incansable vida social, con una primera comunión (de la iglesia, no de las otras). Y el domingo rematamos celebrando el día del padre con el mío, tragando hamburguesas como cochis (puercos, pues).
La mera verdad nos la pasamos muy chido. Yo feliz con mi chaparra, el clón y la princesa. Y luego con mi apá, mi amá y mi carnala holística. Y las llamadas y los mensajitos de felicitación... todo muy chido.
Y de repente, un oscurecimiento...
La noticia de que fallece una nena de 3 años, la víctima 47 del incendio de la guardería ABC, allá en la tierra de mis ancestros.
Yo me la pasé muy chido el cumpleaños número 10 de mi clón... pero, y los papás de esos pobres 47 angelitos que no llegarán nunca a los 10?
Yo me la pasé muy chido el día del padre con mi clón y mi princesa... pero, y los papás que solo tenían un clón o una princesa, solo uno, y se los arrancaron de golpe?
La verdad me llenó de dolor el solo pensar que mis hijos ya no estuvieran conmigo. No lloré, porque hace rato que no lo hago con facilidad, pero si me partió el alma ponerme un rato en los zapatos de estos padres (y madres) que perdieron sus "tesoros", sus "adoraciones", sus "orgullos", sus "campeones". Sus "clones" o sus "princesas".
Aunque el día del padre fue ayer, chamacos, los invito a que hagan oración (valiendo queso si son cristianos, musulmanes, taoístas, wixarikas o lo que sea). Hagamos oración por esos padres y madres que perdieron a las razones de sus alegrías y de sus canas verdes... pidamos por que pornto encuentren la resignación y la fuerza para superar la horrible sensación de vacío que deja el saber que no habrá, en un buen rato, quien los desvele, les raye las paredes, ni quien los haga rabiar porque se comen la papilla con toda la cara.
Y también pidamos por esos angelitos que ya no estarán entre nosotros hablándonos con su lengua de trapo... por esos 47 que nunca gritarán "uno, dos, tres, por mí y por todos mis amigos" y que nunca más harán enojar a su papá por llegar tarde, o por cambiarle a la tele, justo en el momento del gol.
Pidamos, pues, por ellos. Por su paz.