Un muy buen amigo me contó una historia inverosímil ocurrida allá en esa lejana realidad alterna de los albores de los años 90's...
En esa época empezaron a morir los cines que vivían de la taquilla y no de la dulcería (chingado unas palomitas a 80 pesos!!!) y pasaban una película o dos, si tenían dos salas. En esa época el cine era cine y no las mega-mamadas de cinépolis (cinemas a-la-sardina con 15 micro salas para 30 personas).
Resulta que una tarde fueron el y un amigo suyo a un cine a ver una película y, en el intermedio (ah sí, también había intermedios) fueron a la dulcería. La chica de la dulcería, según me dijo, se veía bastante ducha en su trabajo. Mi compa pidió un chocolate típico de cine ochentero: un manicero (de los de Sanborn's), y su compa pidió unas rosetas de maíz.
Aquí empezó el martirio.
La chica revolvió los maniceros, tecolotes, pon pons, lenguas de gato, gomitas y demás alimentos cinéfilos... abrió cajones y repisas, buscó abajo de la alfombra, le dio tres vueltas a la lista de productos y, limpiándose el sudor le dijo "no tengo"
"bueno" dijo el compa de mi compa "entonces dame unas palomitas"
"de esas si tengo" y ¡zaz! le entregó una fabulosa bolsa de papel estrasa llena de palomitas de maíz.
No, yo tampoco me la creí a la primera. Pero es una historia verídica.
C'Ya!
NecroDaddy